martes, julio 17, 2007

Anestesia


Siempre he creído en que las cosas hay que hacerlas sin pensar mucho, un poco disimulando mi falta de decisión, un poco burlándome de la fría racionalidad. Quizás muchas de esas decisiones no me han dado en la razón, y las consecuencias son parte del costo, pero el sabor dulce del triunfo del atrevimiento me hace pensar que desafío un poco lo que entiendo por destino y eso me hace feliz…esa simple guea me hace feliz. Libertad le dicen algunos, ocupando la palabra a su conveniencia, pero no estoy seguro que sea eso, a mi se me hace más cercano a desahogo, lo que me hace pensar que debo estar algo oprimido, aunque no lo siento del todo. Esto me trae a la mente todas esas culpas que alguna vez pude tener pero que ni siquiera se asomaron por mi cabeza, el copete que no debí tomar de más, el viaje que nunca debí hacer, la mujer que nunca debí besar o el maldito dinero que jamás tendría que haber tocado…culpas y mas culpas, que quizás debí haber tenido solo para llenar mis lagunas mentales, solo para hacerme sentir que la responsabilidad me hará maduro (alguna vez), o para hacer felices a los que ya las tienen y gozan con saber que el de al lado esta tan cagado como ellos, no quiero ser culpable, no quiero abrir la puerta a pudorosos temores ajenos, quiero seguir riéndome de los que siembran dinero bajo su colchón pensando, ilusos, que habrá un dia de cosecha o los que guardan su propia sonrisa para justificar su egoísmo, estoy seguro que tengo que romper el libreto para que tome forma la película, reescribirlo a mi manera, con mis imperfecciones y mis ansiedades grabadas en la historia, porque habría sido si no tuviera de que arrepentirme, ni de que la gente me culpara, quizás seria uno mas de esos grises y calculadores dueños de la verdad que andan por ahí evangelizando sobre sus fríos y calculados métodos de vivir la vida “siendo precavidos con el futuro para que nada falte” como si no me diera cuenta que su propio orden los asfixia, los crucifica pero no los santifica, al contrario no son capaces de disfrutar un simple sol inundando un valle de casas olvidadas, no son capaces de disfrutar unos días junto a la familia de siempre, una noche de viaje pensando que nunca se llegara, un pan amasado de abuela sobre un mantel de hule, de celebrar con una sonrisa el “agradable” genio de la amiga de siempre o de estrujar una botella con amigos en un viaje improvisado. Como si no supiera que su método es solo una anestesia para pasar el amargo dolor de postergar la emoción para el próximo dia, creyendo que alguna vez habrá tiempo para hacer lo que nunca te atreviste.

miércoles, julio 11, 2007

Egoísmo exacerbado

Esta son quizás las únicas líneas que, por estos días, escribo fuera de la tediosa tesis. Este es otro de esos inviernos que pasan rápido, que me tienen con un frió de mierda y que sirven para hacer el reciclaje habitual de los objetos de tu vida. Llámese objetos de la vida todas esas cosas y personas que hacen que la vida tenga algo de sentido y, en ocasiones, bastante sentido. Los amigos son objetos de la vida creo, son parte fundamental de ella y es común que uno los recicle, yo siempre los estoy reciclando, aunque existen algunos, una fracción muy pequeña, que por alguna extraña razón no caen en la regla, me imagino que porque son ya parte de la vida, los restantes, los que no que se vallan al carajo, que se los lleve el tiempo y que me los devuelva solamente si es necesario, solo si es necesario digo…porque el tiempo en el espacio que comparten los amigos no es para cualquiera, la complicidad en este caso se compra por separado y las sonrisas de amigo no se deben confundir con las teatrales sonrisas de conocidos. El invierno odiado como siempre me de esa posibilidad, de correr rápido y ver como esos amigos, que nunca lo fueron se pierdan en el horizonte al mirarlos hacia atrás, ver que esos insignificantes objetos de mi vida ya no me provocan afecto y se hacen sustituibles, y por supuesto me hacen pensar que su espacio puede ser llenado por alguna otra interesente amistad. Hay que ser egoísta y aprovechar esta temporada para mandar por el desfiladero a todos esos amigos que no supieron nunca que nuestra sonrisa no era una simple sonrisa sino que era un sincero voto de confianza. Hay que ser egoísta en estos inviernos para encontrar al amigo de siempre, aunque sea paradójico en estos casos hay que serlo.